Pájaros y flores

Las Palabras Claves de la Recuperación

Glosario de una guiri en tratamiento

Pájaros y flores

Llegó el momento de tener la primera llamada con mis padres desde que me puse en un tratamiento para mis adicciones, y estaba asustada. No sabía cómo hablar con ellos desde esta nueva realidad. ¿Me iban a preguntar si les culpara por cómo me habían criado? ¿Les iba a soltar mentiras? ¿Convencerles de que estaba bien, mejor que nunca? ¿Y qué pasa si se les ocurriera decirme que soy una egoísta, que les estaba privando ver a su nieta, todo porque tomé la decisión de aislarme del mundo y hacer un tratamiento, cuando en realidad, lo mío no era para tanto?

¿Qué cojones se supone que voy a hablar con ellos?, pregunté en una sesión de terapia.

Pues, de pájaros y flores, contestó mi terapeuta, Antón.

Llevaba ya 15 años viviendo en Madrid, pero nunca había escuchado esta expresión. Sabía, por supuesto, que no me estaban diciendo que describiera a mis padres los pequeños colibrís de mi barrio, ni que les contara cómo florecen y mueren los almendros en un plis plas primaveral. Suponía que me estaba diciendo que hablara de cosas triviales; de mi hija y sus amiguitos de la guardería, de que había llovido más de lo normal, de la serie de Netflix que estaba viendo con mi pareja.

De pajaritos y flores, Siobhán.

Me parecía extraño todo esto. Hablar de nada. Hablar sin hablar. Como si mantener una conversación superficial fuera algo negativo. Pero con el paso del tiempo, y teniendo en mi haber ya muchas llamadas y visitas con mis padres, he llegado a apreciar la belleza implícita de las conversaciones frívolas. Hay mucha hermosura en hablar de los partidos de pádel bajo un sol benevolente, de las rabietas indómitas de una niña de dos años, de la escena de Game of Thrones que hizo llorar y reír a un mundo entero, que unió a las masas solitarias en un momento divino de placer compartido.

Aprender esta expresión en este momento de mi vida me ha dado por pensar: ¿por qué infravaloramos la cotidianidad? ¿De qué sirve indagar siempre en temas polémicos cuando podríamos elegir hablar de literalmente cualquier otra cosa? ¿Por qué rechazamos la banalidad cuando tiene tanto que enseñarnos?

Puede que le esté atribuyendo una intelectualidad indebida, pero la expresión hablar de pájaros y flores me parece brillante, iluminada en su dualidad. A simple vista, los pájaros y las flores no son nada, son dos elementos mundanos que encontramos día tras día, no paramos a mirarlos de verdad porque siempre están allí. Pero por otro lado, hay pocas cosas más exquisitamente bellas que un pájaro y una flor. Cuando sí paramos y les prestamos un poco de atención, vemos que las alas de la pequeña colibrí tienen unos huesitos tan finitos como para parecer hilos de seda, y aún así les sostienen a sus dueños voladores, mientras planean en el aire. Y vemos cómo, en primavera, renacen los Almendros sólidos de la Quinta de los Molinos, a pesar del invierno helado saliente, y de que nadie les riega, nunca.

Habla de pájaros y flores, dijeron.

Como si fuera poca cosa.

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