Ceder

Las Palabras Clave de la Recuperación de la Adicción

Glosario de una guiri en tratamiento

Ceder

Las palabras siempre han sido un refugio para mí. No son del mundo real. Este mundo. El mundo que tanto daño me ha hecho. Las palabras vienen de un lugar imaginado, una esfera mágica dentro de nosotras. Nosotras mismas les damos a la luz a las palabras. Las imbuimos del significado que necesitamos en un instante u otro. Las palabras no dictan sobre nosotras.

Algunas palabras me enamoran nada más escucharlas. La palabra amarillo, por ejemplo, me parece de las más bellas. Tiene una musicalidad suave. Ama-ri-llo. Hay algo en la combinación de los sonidos de la mr y ll que me calma. Sumamos a eso las imágenes inmediatas que se nos despiertan con amarillo; el sol, los narcisos, una limonada.

Hay otras palabras que no despiertan nada dentro de mí. Suelen ser palabras utilitarias, las que sirven una función pero no dejan mucho espacio para una interpretación propia. Este ha sido el caso de una de las palabras clave de mi recuperación de la adicciónceder.

***

Estamos contigo, ya no estás sola.

-Vale, thank you. Gracias.

Vamos a hacer todo lo posible para ayudarte.

-Gracias, de verdad, gracias, gracias.

Sólo hay una cosa que te vamos a pedir. Es una sola cosa, pero es muy, muy importante que lo hagas.

-Vale. Haré cualquier cosa, lo que me digas. ¿Qué es?

Ceder. Vas a tener que ceder.

 ***

Fue mi última entrevista con Antón, el psicólogo a cargo del tratamiento de adicciones en la Fundación Hay Salida. En las semanas previas había estado buscando una salvavidas, algo que me rescataría del precipicio en la que me encontraba, y por fin, aquí estaba: me habían aceptado en la fundación. Sabía que empezar un tratamiento no era ningún tipo de garantía, pero por lo menos me alejaba de ese precipicio, me daba algo al que agarrarme, un puntito de esperanza en mi mente suicida. No es que quería morir. Quería vivir. Necesitaba vivir. Tenía una hija que necesitaba a su madre. Pero vivir me estaba doliendo muchísimo, y sin un rescate, no iba a poder continuar.

Salí de la entrevista y las palabras que había escuchado no pararon de dar vueltas en mi mente. Habían sido muchas, pero Antón había insistido en que ceder era la más importante. Ceder, ceder, ceder me repetía a mí misma. Quizás si me la herrara en el alma podría salir del peligro en la que estaba.

Pero por mucho que me la repetía, no logré conectar emocionalmente con la palabra. Ceder era una de esas palabras decididamente utilitarias, desprovista de belleza alguna. Lo primero que me vino a la mente eran esos señales de tráfico que había visto durante mis viajes por España: CEDA EL PASO, declaraban fríamente. Ese era el problema con ceder; era una palabra fría, autoritaria. ¿Ceder durante el tratamiento iba a ser algo parecido? ¿Un orden apático que debía seguirse? ¿Un proceso carente de alegría alguna?

En fin, ceder no me decía mucho, así que recurrí al recurso más abusado que tenía en mi armamento guiri: la traducción. Ceder era una palabra fácil de traducir, ya que su equivalente en inglés es muy parecido y proveniente del latín:

cedercede

pronunciada síiiid

Pero cede no me iba a servir mucho más que ceder. Le pasaba lo mismo que a su homólogo español: le faltaba calidez. Cede era puramente funcional. De hecho, apenas se usa fuera de los contextos formales. You can cede in a negotiation, one nation can cede to another in war, a CEO can cede his position on the board.

Nope. Cede no me iba a inspirar a mí, una tía perdidamente romántica, que vivía gran parte del día con la cabeza en las nubes. Y con eso, volví a buscar dentro de mi diccionario.

***

 ceder: yield

pronunciada i-híiild

Yield… vale. No está mal, pensé. Yield sí que me hablaba un poco más. No es que yield me parecía una palabra especialmente bonita, pero por lo menos había una delicadeza en ese primer sonido de yie, tenía una ternura, una primera sílaba dulce que me parecía una invitación. Podía visualizarme hallando solaz en yield, mientras iba cediendo durante el tratamiento. Me veía consolándome, diciéndome yield cuando tendría que ceder a no ver a mis amigos durante un año. Yield, just yield, me diría a mí misma, cuando tendría que rechazar invitaciones a bodas. Keep yielding, keep yielding me insistiría, ante los cientos de síndromes de abstinencia que me esperaban allí, en el futuro.

Y había algo más que me gustaba de la palabra yield. Notaba cierta brutalidad en su ortografía, una brutalidad que apuntaba no a orígenes latinos, sino a germánicos. Adentro de mí, esa asociación germánica despertaba nociones de resiliencia, de eficiencia y de trabajo duro, ideas que podrían servirme para perdurar en el tratamiento. Además, yield es una palabra con dos traducciones, una siendo ceder, y la otra, cosechar o dar frutos. Esa dualidad me podría resultar útil en el tratamiento también, porque quería creer que ceder, aunque difícil, daría sus frutos.

If I yield during the treatment, will I yield the benefits of my labour?

Sí, yield no era una opción mala. Pero aún no había dado con la traducción acertada para mí. A yield le faltaba el romanticismo que tanto necesitaba, y debía de seguir en mi búsqueda. Por suerte, sabía por dónde mirar. Sólo hay un origen etimológico que sirve cuando de romanticismo se trata: el francés.

***

ceder: surrender

pronunciada sarénda

del francés, surrendre

Sur Rendre. Sur – Over. Rendre – Deliver.

I surrender. – I deliver myself over to you.

No me necesitéis a mí para deciros nada sobre la palabra surrenderSurrender es inmortal y universal. Desde Elvis Presley hasta Winston Churchill han reconocido su belleza y poder.

Pero para mí, personalmente, surrender es una palabra deslumbrante. Es una palabra que susurra, que murmulla. Surrender es como una madre que ruega sin herir. Surrender, te dice la madre, y te arrodillas delante de ella. I surrender, I surrender. I deliver myself over to you. Y lloras de agradecimiento, de alivio.

Surrender es la traducción de ceder que me está sirviendo a mí durante estos años de tratamiento, porque en surrender tengo la madre firme y cariñosa que tanto he necesitado, y porque estoy cansada, y necesito aliviarme.

Para mí, hay océanos de alivio en decirle a otro humano I surrender. Decide tú por mí, por favor. Sé mi guía.

Hay alivio en rendirte a sacrificar las cosas que te hacen mal.

Hay alivio en levantar la bandera blanca y gritar no puedo más, I surrender.

Hay alivio en surrender porque es el opuesto de fightFight es lo que había estado haciendo durante muchos años antes de empezar el tratamiento, pero luchar no me había servido de nada, porque yo no soy ninguna luchadora. Yo soy pacifista, y no quiero luchar más.

No quiero luchar contra el mundo, contra la gente que me quiere, contra la realidad de mi ser, contra mi cuerpo agotado, no quiero seguir luchando contra mí misma.

I don’t want to fight any more.

I surrender.

***

Hace poco le pedí a Antón permiso para hacerme un nuevo tatuaje. Me dijo que no, que debería esperar a estar más segura en mí misma, y así entender mejor mis motivos. Quizás, me sugería, quería tatuarme para tapar mi inseguridad con mi cuerpo, para buscar una aprobación externa, falsa, en la cultura de la estética.

Antón tenía razón, y cedí. No me he tatuado. Voy a esperar un poquito más.

No me preguntó qué era lo que quería inmortalizar en mi piel, porque a Antón no le interesan estas cosas.

Quería tatuarme una sola palabra.

Surrender

Un día, quizás.

 

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