HOY Y AYER- TESTIMONIO DE UN ADICTO EN RECUPERACIÓN

SOBRE MI CAMBIO DE VIDA GRACIAS A LA AYUDA DE LA FUNDACIÓN. DOS DÍAS: UNO EN CONSUMO, OTRO A LOS DOS AÑOS Y MEDIO DE ABSTINENCIA

 

10 de marzo de 2013 (o cualquier día de los últimos 15 años)

 

Martes. Ayer me puse el despertador a las 10:00, he de levantarme pronto para terminar eso que debí haber terminado hace siete días y que no paran de reclamarme. Ruegos, apelaciones a mi palabra, amenazas. Son las 10:15 y la alarma suena de nuevo (tres avisos previos), alta y estridente, enfadada, imperativa. La oigo como en una ensoñación y la odio a muerte. Me levanto y calculo. Un rato más y todavía hay tiempo de acelerar el tiempo para llegar a tiempo. Me convoco una hora más tarde y el sueño es esquivo, el temor palpita, la conciencia abrasa. Abro el cajón y mastico una masa blanca y compacta que sabe amarga. Sólo el sabor me tranquiliza. Pasan cinco minutos. Vuelvo a dormirme.

 

Es casi la una y la alarma ya no suena. Aparto las sábanas con determinación: ahora sí. Bebo café solo a la hora del aperitivo y me planto frente a la pantalla. Voy a mi cuenta de email. Otro requerimiento de la gente que me paga. Busco y rebusco justificaciones inéditas. Siempre hay una más, la última, lo prometo. Siempre hay otro familiar que puede enfermar o un problema personal abstracto, sin detalles. Lo encuentro, lo plasmo en el teclado, lo envío. Borro el historial de internet. Respiro aliviado. Mi mente salta sin solución de continuidad y se traslada donde ya nada importa. Escaneo mi habitación: ahí hay algo, o quizá ahí. Siempre hay algo. Mastico más masa blanca para poder inhalar y que el demonio no atormente. Sentar pilares de calma efímera para construir esa ficción que, desde hace mucho tiempo, es mi realidad.

 

Mi mente planifica in crescendo. Me sitúo donde el peligro se convierte en una aventura de gozo sin freno y brusco aterrizaje. Un breve faro de lucidez me echa para atrás, pero ya (lo sé) no hay nada que hacer. Sólo necesito un último empujón para tumbar la última resistencia. Bajar al chino y armarme de valor. Voy pues: cuatro de esas pequeñitas que tiene usted bajo el mostrador. Por la calle inclino la cabeza hacia atrás. Subo a casa eufórico, con una sonrisa valerosa. Hay compras caras y vivo en números rojos. Pero el dinero existe, en alguna parte. La última vez, lo prometo. Mañana me levantaré pronto y terminaré el trabajo. Lo juro.

 

12 de diciembre de 2015 (o cualquier día del resto de mi vida)

 

Domingo. Suena el despertador a las 7 y en automático me incorporo, preparo el café con leche, las tostadas, repaso los partidos de la NBA mientras desayuno, fumo un cigarrillo, voy al baño. La ansiedad ya me ha dado los buenos días un par de veces. La saludo sin mucha convicción. Hoy llegas pronto. Entra en casa pero no te quedes mucho: tengo cosas que hacer. Luego se irá, siempre se termina yendo cuando no la escucho demasiado. Vuelvo a la habitación y observo a Sonia. Duerme asomando levemente la cabeza. Oye mis pasos. Dame un beso, románico. Así me llama. Sus cosas. La beso y sonríe. Qué hora es. Tú sigue durmiendo.

 

Enciendo la chimenea, aireo el salón. Me siento con la espalda erguida y los ojos cerrados. La respiración veloz: procuro ignorar qué significa. Una, dos, tres, cuatro… El crepitar de las llamas, algún pájaro a lo lejos, un ladrido. Pensamientos que se cruzan. De todo tipo. Sudo un poco, tiemblo un poco, las manos frías. Luego ya no tiemblo, ni sudo, y mis manos están calientes. La respiración se ralentiza, se hace profunda. Noventa y nueve, cien. Otra vez desde el uno. A la media hora suena la alarma. Preferiría seguir, pero hay cosas que hacer.

 

Propósito del día número 1: completar el apartado 3 del capítulo 2. Los que me pagan están contentos. Saben que cumplo, que se puede contar conmigo. Incluso me han felicitado. Me gustaría que lo hicieran de nuevo, aunque sé que no debo. En terapia me lo repiten: cotiza a la baja, actúa sin expectativas, sé humilde. Propósito del día número 2: aceptar que hay cosas que ocurren. Propósito del día número 3: el mismo de los últimos dos años y medio. Más que un propósito, una condición de vida.

 

Trabajo concentrado hasta que el frío de la mañana se diluye. Entonces salgo a correr. Mis piernas responden, mis pulmones me acompañan, hora y pico. Orgullo, y luego el miedo; angustia pasajera, y no pensar, (casi) todo es mentira, un primate con cara de lobo. Otra vez estoy alegre, optimista. Disfruta. He de hablar en terapia. Mañana me levantaré pronto y haré, haré, haré. No tengo que jurar.

Comentarios:

Un comentario en “HOY Y AYER- TESTIMONIO DE UN ADICTO EN RECUPERACIÓN


Belén
16 Dic

Ufff, Rodrigo……….. Cómo te admiro……..!!!!.
Qué grande es vivir sin esperar nada excepcional….!!!!!.
Qué liberador es darse cuenta de que la paz de espíritu está en las pequeñas cosas cotidianas…….!!!!.
Gracias por compartir tu desgarro, que es el mío……

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